" UN PUEBLO DE MUJERES CAP. 5
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NOVELAS CORTAS
VERSOS, VERSOS EN FOTOS, POESÍA, POETRY,
EL LEÓN VEGETARIANO
El simpático leoncito por fin había encontrado su alimento, y se sentía satisfecho, no quería alimentarse de algo que estuvo vivo, porque sentía compasión de aquellos seres, y más aún si su sabor no le agradaba...
Solo tenía 2 problemas, cómo iba a obtener sus frutas los siguientes días, pues él no sabía si iba a poder escalar por los árboles, aún era pequeño, o eso era lo que él creía, y el segundo problema era, cómo iba a hacer para no comer con su familia lo que ellos comían, obviamente, se iban a molestar, y probablemente, sus hermanos que estaban de acuerdo con estas prácticas, porque les encantaba lo que todos comían, iban a pelear con él salvajemente.
Miró al chimpancé que lo veía con un poco de horror, y le dijo:
- ¡Si no apareces por aquí a esta misma hora mañana, y me das mis frutas, tendré que ir a buscarte y te comeré!
- ¡no, no te preocupes, yo vengo mañana! – dijo temblando el pequeño chimpancé, y se alejó lo más rápido que pudo -.
De esta manera, Memú había solucionado su primer problema, pero… ¿cómo solucionaría el segundo? Se encaminó hasta su hogar, donde toda la manada esperaba por él, y a su paso, encontró los restos del festín que se había llevado a cabo en aquel lugar, contuvo las ganas de vomitar, porque sabía que a su familia no le agradaría.
¡DÓNDE ESTABAS! –le dijo la madre -.
- Yo… yo, esta… estaba comiendo unas pequeñas aves que me encontré en el bosque…
- ¡pero… hijo, esos animales vuelan, es cansado perseguirlos, además tienen muy poca carne! – dijo la madre -.
- Pero a mí me gustan mucho, mamá, además, no quiero quitarles su comida, quiero cazar la mía yo solito…
La madre lo miró con ternura…
- ¿Puedo comer aves todos los días?, ¿no te importa si no como con ustedes?
- No, hijo, si eso te hace feliz, de ese modo no tendrás que pelear con tus hermanos y aprenderás a cazar… estoy orgullosa de ti.
Aquella escena era enternecedora, y su segundo problema se había arreglado. Tener una madre que hasta cierto punto era comprensiva y amorosa, iba a hacer seguramente, que el pequeño Memú creciera siendo muy feliz.
Todos los días repetía el mismo plan, y cuando los otros comían plácidamente, él regresaba a posarse bajo la sombra de ese mismo árbol en el bosque, y se encontraba con aquel chimpancé, que le mandaba un par de las mismas frutas para que comiera.
Contínuamente, Memú crecía, y conforme iba creciendo, más le horrorizaba el hecho de que su manada fuer tan carnívora, pues tenía en su memoria clavados los recuerdos, de aquellos rostros de dolor que ponían las víctimas al ser perseguidas, y aún más, al morir.
Memú que ya era un leoncito adolescente, fuerte y valiente, quería con todas sus fuerzas salvar a tales víctimas, pero por otro lado, le pesaba que su familia moriría de hambre, era obvio que no podía protegerlos a todos, algún animal tendía que sufrir las consecuencias, pero por su parte, comenzó a recorrer el bosque con su pequeño amigo Chim, intentando así advertir a los animales que se encontraban, que no se aparecieran hacia la salida del bosque, pues era allí donde siempre cazaban las leonas de la manada.
Los animales al principio se asustaban al ver a Memú, pero se tranquilizaban al ver que Chim, que ya era muy conocido por ellos, se llevaba tan bien con él…
- En serio, éste león y yo hemos sido amigos desde hace mucho tiempo, y sé perfectamente que no dañaría ni a una mosca, es más, muchas le han picado, y él las deja ir…
Decía entre risas del pequeño Chim, haciendo quedar un tanto en ridículo al bonachón de Memú. Pero bueno. Era cierto, Memú guardaba un gran respeto por todos los seres del mundo, incluso por las plantas, quienes no hablaban con él por no ser de su especie, no por maldad, sino porque no podían entenderse, sin embargo, Memú las cuidaba mucho, y con más razón, al grandioso árbol que le daba de comer, era así, que cuando no llovía, Memú recogía un poco de agua en su gran trompa, y la esparcía lentamente sobre la tierra que cubría las raíces de su querido árbol.
Por mucho tiempo había estado escapando de las prácticas alimenticias de la familia, y se preguntaba si lo iba a poder seguir haciendo. Un nefasto día, mientras recorría su amado bosque, encontró por varios rincones, cantidades descomunales de basura maloliente, era claro que no había sido ningún animal quien había dejado ese tipo de cosas, no era algo natural, era algo que para las personas es habitual ver en las casas, en las calles, pero para el joven león no era normal, e indicaba, trágicamente, la presencia de algo o alguien más allí.
Buscó por todo el bosque, cuando vio a un grupo de cazadores que se aproximaban entre los árboles, Memú, se escondió con temor detrás de unos arbustos, pues veía que se aproximaban una criaturas muy extrañas, con un montón de raras armas que él ni siquiera conocía, pero eran puntiagudas como sus colmillos, y vagamente pudo comprender que era algo peligroso, su instinto se lo decía.
Continuará...